Componían el cartel Luguillano (que ya había hecho esto alguna vez), Diego Silveti (con ganas de ir a su tierra y matar lo que se torea por allí) y Galván, un torero que estaba ganando mucho pero que, por mi parte ya ha perdido todos los respetos.
Una bonita manera de reirse del aficionado, del público y también del que sólo paga. Y es que, torero es el que torea, bien, mal o regular, pero estos señores no son toreros, sólo se ajustan una taleguilla.
Porque no están ejerciendo su profesión, no por que lo diga yo.
Aún así, no me extrañan estas decisiones, ni me echo las manos a la cabeza. Porque es normal. Porque se lo estamos permitiendo todo. Porque se crían babosas que van y vienen. Porque el aficionado, en definitiva no tiene voz. Y si protestas algo, te miran mal. Esta es la fiesta actual, la 2.0. O incluso 3.0 ya, porque se nos está yendo de las manos.
Dicen que a esto le queda poco. Y es verdad. Pero no nos equivoquemos pensando que es por cuatro perroflautas que se ponen en la puerta de una plaza de toros gritando no al maltrato, porque es por nosotros. Y es que, por cosas como estas les damos la razón.
De verdad, manda cojones que para ver un toro, te tengas que buscar en la galería una foto. Porque a las plazas de toros, ya no van toros. Triste, pero cierto.
David Liceaga en Barcelona. El toro pesó 900 kg. |
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