Primera corrida de San Isidro, luciendo el hierro de La Quinta. Muy desigual y sacada de tipo. Mala en general, pero variada en cuanto a condición y en la que se vieron cosas y nadie se aburrió. Nadie comía pipas.
En cuanto a toreros se refiere, muy poco capaces, sin la actitud de Madrid. Las lidias nefastas y vomitivas hasta el punto de dejarle colgado en los pitones un capote hasta en siete ocasiones. Sí, por si quedaba duda, al mismo toro. Los picadores como el que monta un pony en una despedida de soltero. Picando el aire, al toro no lo debieron ver.
Dejando a los de luces a parte, vamos con los toros, que sin ser nada del otro mundo, fueron los amos de la tarde.
El primero, que ya quiso cantar en el caballo, se llevó una lidia más que lamentable. Y es que Aguilar se quiso poner en plan gladiador y el toro de peleón no tenía nada. Sin malicia alguna y que pasaba sin protestar por los dos pitones, se le fue un toro a Alberto para formar un lío gordo, de esos que ya no se ven de treinta y a matar. No se enteró o no se quiso enterar. La suerte suprema de chiste.
Pisó el albero venteño el segundo de la tarde. Se quiso ir en el capote y no peleó en el caballo. Huyó al sentir el hierro cual toro de Alcurrucén. Se le picó en el cuatro porque se le antojó a Galván. Incontables trapazos, enganchones y demás aberraciones, que hicieron desarrollar sentido. Hay que saber lidiar. Y es que estoy convencido de que este animal recibe otra lidia y hubiésemos visto otro burel muy distinto. En la muleta Galván no le dio uno quieto, destapándose, provocando que el animal se orientase y supiese dónde había trapo y dónde carne. Manso y encastado. Al quinto trapazo Galván cayó inconsciente. Se veía venir. Aguilar le dio el adiós dando otros dos mantazos y una estocada muy poco digna de ver.
Saldría entonces el del ecuador de la corrida, Matajaca nº 107. Con 480 kilos no podía ser más serio. Ni coger un kg más. Le recetaron dos puyazos en los que entró con la cara alta y no metió los riñones. Un mero trámite, sin más. Puso complicaciones en banderillas y llegó al tercio de la pañosa pidiendo los papeles de capacitación. En el momento que te cruzabas, el animal no te ponía ningún problema. No se quiso cruzar ni poner carne en el asador Jiménez, quien vino a Madrid con una actitud totalmente pasiva. Cuando se dio cuenta que ahí tenía toro, Matajaca ya se había aburrido. Y es que le pegó cincuenta trapazos ayudados sin ligar ni uno antes de verlo. Así mal. Se escuchó algún aplauso en el arrastre.
Alberto Aguilar mataría en cuarto lugar a Gaditano, nº 14. Con una expresión un tanto peculiar en esta casa ganadera, salió del primer encuentro como un corredor de 100 metros lisos toma la salida y tomó una segunda vara en la cual no se empleó y se dejó pegar sin más. En el último tercio Aguilar no puede con el toro. Lo intenta y hace amagos de quedarse, pero no puede. El toro gana. Entra varias veces a matar siendo todas ellas de risa y acaba con él con tres descabellos. El toro ha vencido, no por demasiado bravo ni por colarse ni cosas raras, sino por la poca capacitación de Aguilar. Todo hay que decirlo, no fue capaz.
Dicen que no hay quinto malo, y este sin ser bueno se alejó mucho al concepto de malo. El más interesante de la tarde. El quinto de la Quinta. Debería haber salido como sexto si la lidia se hubiese llevado con normalidad. El toro anda suelto por el anillo buscando a alguien con quien meterse, pero nada de nada. El amo del ruedo. Vuelan capotes, los de luces al callejón. "Temeroso" indomable. Puso en apuros en banderillas por ir directamente al bulto. En la pañosa Jiménez lo intentó por el izquierdo dejando algún natural, pero acabando aburriendo alargando una faena que no tenía mucho sentido. Muletazos sueltos. Con otro espadazo de risa y gracias a los peones de brega, dobla el toro. Pero de nuevo y pese a quien le pese, gana el toro. Palmas en el arrastre.
El sexto, con el 45 en los costillares y con el nombre de Coquetón no era un toro se la Quinta. Sí, llevaba ese hierro, pero no estaba nada en tipo. Abierto de cara, con muchísima leña y con hechuras dignas Valdefresno. El toro que quieren en Madrid. Siempre a media alturita, nunca quiso humillar. Y de nuevo, la lidia que recibió no le ayudó a corregir ese defecto. No vimos nada en la muleta. Nada. Trapazo para aquí trapazo para allá. Lo que si que vimos es la nefasta espada de este chico. de nuevo. A poco estuvo de sonar el tercer aviso, que no lo hizo por una media estocada atravesada. A la bodega.
Fotos: Javier Arroyo para Aplausos.